¿Tienes hambre o solo estás buscando consuelo? Aprende a distinguirlo sin culpas. Hambre emocional vs. hambre real.
- Nutrióloga Mónica Aragón Herrera
- 11 may
- 3 Min. de lectura
Seguro te ha pasado: ya comiste, pero sientes que necesitas "algo más"... tal vez un panecito, un chocolatito, o solo abrir la alacena por inercia. ¿Te suena?
Eso no te hace débil. No es que no tengas fuerza de voluntad. Es que tu cuerpo está cambiando, y es momento de entender qué está detrás de esas ganas locas de comer, especialmente en esta etapa.
🍽️ ¿Qué es el hambre real vs hambre emocional?
Hambre real: aparece de forma gradual, puedes esperar para comer, y normalmente se calma con comida real (como pollo, arroz o fruta).
Hambre emocional: llega de golpe, urgente, específica (antojito dulce, crujiente, salado), y suele aparecer cuando estás estresada, cansada o frustrada. No se calma con cualquier cosa, y muchas veces deja culpa después.
Y aquí va el dato importante: en la perimenopausia y menopausia, el hambre emocional se hace más común.
🧠 ¿Por qué pasa esto en esta etapa?
1. El estrógeno regula el apetito… y ahora está en modo montaña rusa
El estrógeno actúa sobre el hipotálamo, que es como el centro de control de tu hambre y saciedad. Cuando empieza a bajar o fluctuar (como en esta etapa), ese sistema se altera. Resultado: más antojos, más hambre y más impulsos emocionales.
2. Tu biota intestinal también influye
Las bacterias del intestino están conectadas con el cerebro. Si están desequilibradas (algo muy común después de los 40), pueden enviarte señales de antojos, sobre todo por azúcar o carbohidratos refinados.
3. La insulina se vuelve más sensible (pero no en buen plan)
Con el tiempo, tu cuerpo deja de manejar tan bien la glucosa, y eso puede provocar subidas y bajadas de azúcar que se sienten como hambre… pero son desequilibrios hormonales.
4. Oxidar grasa se vuelve más difícil
Por eso no es raro que subas de peso sin comer más. Al no poder usar la grasa eficientemente como energía, tu cuerpo te pide más comida. Así, sin darte cuenta, entras en un ciclo de hambre emocional.
5. La inflamación celular interfiere con tus señales
Cuando hay inflamación (algo común por estrés, mala alimentación o falta de descanso), tu cuerpo no manda bien las señales de saciedad. Resultado: comes, pero no te sientes satisfecha.
✅ ¿Qué puedes hacer HOY para empezar a cambiar esto?
Come suficiente proteína (de verdad): Apunta a 2 gramos de proteína por kilo de peso corporal al día, repartidos en tus comidas principales. Elige fuentes de alta disponibilidad y bajas en grasa, como claras de huevo, pechuga de pollo, atún, cortes magros o proteína en polvo de buena calidad.
Esto no solo da saciedad, sino que estabiliza el azúcar, te ayuda a perder grasa y mantiene tu masa muscular.
Haz ejercicio con enfoque en fuerza + intervalos cortos: Combina entrenamiento de fuerza (pesas, ligas, peso corporal) con intervalos de cardio cortos, de alta intensidad. Este tipo de ejercicio mejora la sensibilidad a la insulina, favorece la oxidación de grasa y te desconecta del hambre emocional. No necesitas horas: 20-30 minutos bien hechos son más efectivos que una clase eterna sin estrategia.
Duerme mejor: Descansar regula tus hormonas del hambre (ghrelina y leptina), ayuda a tu biota intestinal y disminuye la inflamación.
Evita picos de azúcar: Cambia jugos, galletitas o harinas por fibra, grasas buenas y comida real. Eso mantiene estables tus niveles de energía (y tu ánimo).
Haz pausas antes de comer: Si el hambre es repentina, muy específica o aparece cuando estás triste o estresada, respira. Pregúntate: ¿Tengo hambre en el cuerpo o en la cabeza?
❤️ Conclusión
No es que estés fallando. Es que tu cuerpo está atravesando una etapa distinta, y necesita nuevas estrategias. Entender la diferencia entre hambre real y emocional te da poder, no culpa. Y con pequeños ajustes, puedes volver a sentirte en control, perder peso y crear hábitos saludables sostenibles.

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